Summer: capítulo 4.

¡Hoy tenemos Special Delivery entrega doble! Como ayer se me olvidó publicar y no tendré internet en el portátil por cinco días, hoy publicaré dos capítulos y os dejaré con las ganas del último para cuando vuelva. Soy una cabrona.
Respondiendo a Julie, la razón por la que a Dan le dan tantas calabazas no es esa en realidad (aunque podría haberlo sido en un par de ocasiones, quién sabe), la verdadera la conoceréis en este capítulo. Por la parte de los perros, en realidad no tengo idea de por qué los metí. Luego lo pensé y dije que poder mantener tantos perros es una forma de demostrar su situación económica en estos tiempos de crisis. Lo de que acabe pasando algo triste es tan mío, ¿verdad? Sí que va a haber un momento tristón, lo siento. La pasión que le pones a los comentarios me hace feliz, Julie. :3
Os dejo ya con el capítulo. Voy un poco apurada de tiempo, supongo que el siguiente estará en media hora o así.
4.- The future writers (Los futuros escritores).
-¿Puedo unirme a la fiesta? -preguntó Astrael, apareciendo, mientras nosotros nos acercábamos a la piscina.
-No -dijo Dan, rotundo.
-¿Qué más da? -intenté ayudar-. Así no seremos presa de su enorme mastín.
Dan no dijo una palabra, pero estaba claramente molesto.
-Puedes cambiarte en mi habitación -me ofreció Astrael.
Dan se quedó con la boca abierta, indignadísimo, mientras yo me sonrojaba violentamente.
-Gracias, pero ya llevo el biquini debajo -rechacé amablemente la oferta.
Dejé mi bolsa al lado de una tumbona, y me giré.
-Ni se os ocurra mirar -amenacé.
Ambos se dieron la vuelta al instante. Mientras ellos discutían en voz baja ("¿Y Shelley?", "Bajo la parra, como siempre. ¿Qué más te da?"), yo me quité la ropa y la guardé en la bolsa.
-Vale, ya está -les dije, poniéndome las manos en la cintura.
Ambos se giraron. Astrael silbó, pero yo no pude evitar fijarme en Dan, que se sonrojó al mismo ponerme los ojos encima. Para mí eso valió mucho más que la tontería de su hermano, y sin duda me hizo sentir... que tal vez el chico sí valía la pena.

-Pues... que empiece la fiesta -dijo Astrael, una vez ambos hermanos hubieron vuelto de sus habitaciones para ponerse los bañadores.
-Tú no estás invitado -gruñó Dan.
-¿Qué dices tú, Iris? -me preguntó él.
-Pues si Dan... ¡AAH! -caí de cabeza a la piscina gracias a (o más bien por culpa de) que tenía la mano en el collar del mastín, que al nadar hacia el otro lado de la piscina me arrastró consigo.
-¡Iris! -exclamó Dan, y corrió al borde de la piscina por el que me había caído.
Surgí del agua escupiendo cloro.
-Wilde siempre nos tira a todos a la piscina... -lo excusó Dan, agachado para ponerse a mi altura-. Qué pena, quería ser yo quien te tirase a la piscina.
Lo agarré del brazo, y su grito de sorpresa fue acompañado del ¡splash! que hizo al caer al agua. Sacó la cabeza salpicándome a mí y tres de los cinco perros.
-¡¿Es que quieres ahogarme?! -me espetó, echo una furia. Me sorprendí tanto que debió notárseme en la cara-. ¡¿De qué vas?! ¡Casi me...! -se fijó en mi expresión y se le pasó el enfado de repente.
Abrí la boca como un pez, sin saber qué decir.
-Yo... -empecé, aún con la cara de empanada.
-Está bien, está bien -me tranquilizó-. Lo reconozco, ha sido guay.
Me relajé.
-Pero aún quiero tirarte a la piscina -me dijo de repente-. Cuando menos te lo esperes, apareceré por detrás y... -simuló que me empujaba.
-Pues tal vez sea yo quien lo haga -dije, envalentonándome.
-Ya lo veremos -me siguió el rollo, acercando mi rostro al suyo, con cara de desafío.
-Sí, ya lo veremos -sentencié, con tono de ir a pelearme con él.
Y, sin darme tiempo a decir nada más, me plantó un beso en la mejilla. Me sonrojé como una idiota.
-¡Grimm, bonita, ven aquí! -llamó Dan a la dálmata, impidiendo que yo pudiera decir nada.
-¡No huyas! -exclamé y me subí a su espalda.
-¡Oye! -se sorprendió, entre risas-. ¡Bájate!
-La pelea no ha acabado, truhán -lo desafié, con una de mis sonrisas malignas.

-Oye, Dan -lo llamé, sentándome en una tumbona, con mi toalla a modo de vestido-, ¿tenéis otra perra? Creo que antes habéis hablado de una tal Shelley...
-Ah, cierto. No te la he presentado -dijo, incorporándose de su toalla-. Ven, vamos a buscarla.
Lo seguí hasta el patio interior al que daba la cocina. Era bastante amplio, tenía el suelo de baldosines, y una parra se enredaba en una estructura de metal que cubría medio patio.
-Shelley -llamó Dan, y silbó.
Una bolita blanca subió primero las orejas, luego la cabeza. Se levantó perezosamente y se acercó al chico, abandonando la sombra de la parra.
Era una bichón maltés de pelo lacio, pulcro y corto, con una nariz negra como el carbón que brillaba hasta en la sombra. Su abultada barriga delataba que una numerosa camada nacería pronto. Por eso lo de "gordita".
-Esta es Shelley -me la presentó Dan, agachándose a acariciarle la cabeza.
-¿Como Mary, la de Frankenstein? -pregunté, mientras le rascaba la barbilla a la perra.
-Así es. Preciosa, ¿verdad?
-Sin duda. ¿La pereza le vino con los cachorros?
-Correcto -respondió él riéndose por mi comentario. La cogió en brazos y yo le seguí hasta la cocina-. ¿Tienes hambre?
-Un poco -Dan me pasó a Shelley (que pesaba bastante) y estuve haciéndole monerías mientras ella bostezaba y él sacaba algo para picar. Dejé a la futura mamá en el suelo y me senté en uno de los taburetes mientras Dan disponía comida por la encimera.
-Vaya, qué resuelto eres -observé.
-Alguno de los dos tenía que serlo, y mi hermano prefiere pasar el día con sus perros -le dejó a Shelley una salchicha en su cuenco y se sentó a mi lado.
Empezamos a picotear con los ladridos del resto de perros de fondo... y el quejido de uno de los patos. Miré a Dan, alarmada.
-Tranquila, ese pato es más peligroso que el mastín -por alguna razón, aquello no me tranquilizó-. Um, por cierto, ¿dónde vives?
Abrí la boca para responder, pero no dije nada. Casi caigo en su trampa.
-Buena táctica: has estado a punto -reconocí, pero por una vez había ganado yo.
-La próxima vez tendré más suerte.
-Ni lo sueñes.
-No me refería a eso -replicó, guiñándome un ojo.
Enrojecí y miré hacia otro lado.
-Qué mona eres cuando te sonrojas -me dijo, pinchándome en las mejillas con los índices.
Intenté apartarme de él, aún más sonrojada, pero no me lo permitió. Entre tonterías, acabamos chocándonos las frentes sin querer.
-Ay... -nos quejamos, mirándonos. Sonreímos, y en ese momento me fijé en que él estaba rojo, mientras que yo no. Punto para mí.

Horas, risas, chapuzones, discusiones de hermanos y carreras más tarde, estábamos en las tumbonas, mirando las estrellas y disfrutando de la maravillosa brisa del verano. Compartíamos unas cerezas.
-Oye, en esta situación, casi parecemos novios -comenté.
Dan desvió la mirada, con cara abatida.
-¿Te ha molestado lo que he dicho? -pregunté, más molesta que otra cosa.
-Es solo que... no quiero que te hagas una idea equivocada de mí. ¿Crees que no sé que mis amigas te han hablado de las relaciones que me preceden?
-Bueno, ¿y no es la intención que tenías con ellas la misma que conmigo?
-Lo era... hasta hace poco. He tenido oportunidad de conocerte mejor y...
Me miró, y de repente se encontró muy resuelto. Suspiró.
-Supongo que es pronto para contártelo, pero tengo una razón para ser un ligón impenitente.
-Te escucho -me giré en la tumbona para mirarlo.
-Solo me he enamorado una vez en mi vida. Por desgracia, fue de la persona equivocada...
>> Topé con una chica guapísima, simpática, resuelta y comprensiva, que se reía de mis chistes malos y que... solo me quería para pasar el rato. Me enamoré como un imbécil, de una arpía que me utilizó para no sentirse sola en ausencia de su novio. En cuanto éste volvió, la chica me largó con las palabras más crueles que me han dirigido nunca.
-¿Más crueles que un "te quiero"? -pregunté.
-Más doloroso y cruel que eso es un "nunca te quise, no has sido para mí más que un juguete" -su mirada estaba cargada de un dolor pasivo, remoto, casi olvidado.
No supe qué decir.
-Desde ese momento, empecé a odiar a las mujeres, incluso recelaba de mi madre. Todo el sufrimiento que pasé me llevó a decidir que tenía que vengarme... partiéndole el corazón a cuantas chicas pudiese como aquella mentirosa hizo conmigo. No estaba dispuesto a dejar títere con cabeza.
-Supongo que le partiste el corazón a unas cuantas, que se molestaron en correr la voz... y por eso te dan calabazas a menudo.
-Eso me gusta pensar -se incorporó en su tumbona hasta sentarse y me miró-. Pero... ¿sabes? contigo no es así. A ti no me gustaría herirte; no quiero verte llorar. No voy a ser un imbécil por esta vez -me sonrió, entre dolido y entristecido-. Eres la primera chica que coge mis indirectas, me las devuelve, y a la que le gusta mi parte de truhán, y soporta la de chico sin autoestima. Me he pillado por ti como un idiota -terminó, sacudiendo la cabeza.
Sonreí. La candidez de su corazón me había sorprendido y a la vez encantado.
-Gallagher, te adoro -dije con cariño.
Me miró, como un niño pequeño. Por segunda vez en el día, no vi al ligón que había conocido, sino al chico maduro aunque poco seguro de sí mismo que, en resumidas cuentas, era la otra parte de su personalidad.
-Debe ser duro para ti recordar esta historia -comenté.
-No cambies de tema -me dijo, serio.
-Hablaremos mañana, Dan -empecé, incorporándome en la tumbona, dispuesta a irme-. Hoy estás algo afligido -le di un beso en la frente como despedida.
Me observó de nuevo, con el ceño fruncido.
-Te acompaño hasta la puerta -se ofreció.
Y allí nos despedimos. Tomé camino hacia la casa durante unos pocos segundos.
-Eeeh, ¿Dan? Aún no sé cómo volver -le dije, antes de que desapareciera por la puerta.
Él se aguantó una carcajada.
-Le diré a mi hermano que te lleve en su coche.
-Gracias -asentí.
Astrael, simpático como siempre, aceptó encantado. Me pasé el viaje de vuelta haciendo como que lo escuchaba mientras cavilaba sobre todo lo que Dan me había dicho. Llegué a una conclusión: si de verdad sentía algo por mí, no podía partirle el corazón cuando me marchara de la ciudad. Al fin y al cabo, a mí también me gustaba él. Hasta aquí había llegado nuestro intento de relación romántica.

Os imagino llorando llegado este momento (???????). Tranquilas, el siguiente es más feliz y más romántico. Decídmelo, me gusta putear hacérselo pasar mal a mis personajes masculinos.

Comentarios

  1. Me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ^^ DAN ES UN CUTIE AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH
    NECESITABA QUE SE BESARAN, ¿POR QUÉ NO SE HAN BESADO? ESPERO QUE EN EL SIGUIENTE SE BESEN AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH <------- Se estresa fácilmente (?)

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  2. Que fiesta más divertida *///* Yo quiero joder! (sip, a mi que no me gustan las fiestas diciendo que quiero ir a una fiesta. Pero es que esta es buena, con personas que te importan y con las que te diviertes y pasándotelo genial >w<) Cuando dijiste lo de que tocaba un momento tristón casi me da un algo, pero luego lo he leído y es triste pero no tanto como había pensado... (yo creo que después de la historia de Jack ya nada me puede parecer triste xD) pero aun así he sufrido por mi pobre y dulce Dan. Un chico así no merecen que le hagan eso, que p*** esa tipa, estoy indignada, mujeres como esas merecen morir solas! Y Dan vengándose y haciendo sufrir a chicas inocentes... nooo ¿por quéee? (que lo entiendo pero no quita que me moleste y quiera regañarlo para después abrazarlo y decirle lo adorable que es) Bueno, paro ya que Dan es de Iris (suertuda... que alguien me busque un chico así...)
    P.D: Siento haber tardado en comentar. Tengo un serio problema olvidando las cosas importantes que quiero hacer en el ordenador cuando lo enciendo xD

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