Spring: capítulo 2
Hoy, la historia de Jack, y momento romántico de gratis. Aviso que hay un spoiler de Tormenta de Espadas, que pondré en letra blanca sobre fondo blanco, para que no se pueda leer a primera vista.
2.- The blue sky over us (El cielo azul sobre nosotros).
-Siempre has sido demasiado impulsivo -comenté, y le di un bocado al cupcake.
Me sonrió irónicamente.
-Eres adorable -dijo con su tono más sarcástico.
Le tiré un trozo del brownie que me quedaba, pero lo atrapó con la boca y se lo comió. Gruñí por lo bajo mientras él me miraba con aires de superioridad, masticando. Me giré en la silla para no verle a la cara.
-¿Cómo te ha ido desde que nos separamos? -me preguntó después de terminarse el brownie.
-Terminé la primaria y ahora estoy en secundaria -respondí sin mirarle. Tampoco había mucho más que decir-. No tengo historia que contar.
-¿Qué pasó con Medianoche?
Medianoche era la gata negra que encontramos abandonada en la calle a los cinco años, volviendo de una fiesta local, pasadas las doce de la madrugada. Lloramos, berreamos y pataleamos para quedárnosla, y acabó viviendo en la granja donde residían Jack y su familia.
-Se apareó con un gato callejero y tuvo cinco gatitos.
-¿Aún vive?
-No. Pero cuatro de sus descendientes sí.
-¿Dónde?
-En mi parcela familiar. Campan libres a sus anchas.
-¿Me llevarás a verlos? -me pidió, con los ojos brillantes.
Sonreí sin darme cuenta. Jack aún tenía la habilidad de hacer que mis enfados y penas se esfumaran increíblemente rápido.
-No lo sé -me hice de rogar.
-Porfaaaaaa -me pidió, juguetón.
-Vale -acepté. Sonrió-. Ahora cuéntame tú cómo has llegado hasta aquí -se le borró la sonrisa de la cara.
Jack se había mudado a Londres cuando tenía seis años. Su familia pasaba por un mal momento económico, tuvieron que vender los animales para sobrevivir, y después la granja. Cuando el abuelo paterno de Jack ofreció a sus padres un trabajo en Inglaterra, no les quedó más remedio que aceptar y mudarse. El día en que me despedí de él, lloré hasta quedarme exhausta, con Medianoche en brazos. Me quedé dormida hecha un ovillo, abrazada a la gata, que no hizo por separarse de mí.
Jack suspiró, y comenzó.
-No hay mucho que contar: llegué a Londres, tuve que acostumbrarme a mi nueva casa, a mi nuevo colegio... Me costó hacer amigos, porque al principio me negaba una y otra vez a aceptar mi nueva vida, pero al final di con buena gente. Todo normal hasta que murió mi hermana.
Abrí los ojos como platos, conmocionada. Me giré otra vez en la silla para mirarlo de frente.
-Ja-Jack... Es broma, ¿no?
-No -le había cambiado la cara: ahora estaba serio, sombrío-. Mi hermana había estado desafiando a una banda callejera que amenazó a una amiga suya por un lío del que no sé mucho. Alerie les insultó, se pasó de la raya, y ellos... la mataron -desvió la mirada-. Discutí con mis padres, porque les había estado avisando de lo que podría pasar, pero no la detuvieron, y cuando nos enteramos, ellos no quisieron denunciar a la policía por miedo a las represalias. Y yo no pude más, exploté: les dije que los odiaba, que los detestaba por ser tan cobardes, por haber dejado que su hija muriera. Les grité cosas horribles, furioso, airado, fuera de mí. Pero no me arrepiento de lo que les dije, sigo pensando lo mismo.
Yo estaba casi en shock.
-Alerie... -no sabía qué decir, cómo expresarme-. Jack, tú la querías muchísimo... No... -no encontraba palabras para hablar-. No me extraña que reaccionaras de esa manera.
Jack volvió a suspirar.
-Cogí todo el dinero de los ahorros de mis padres y me fui una noche sin siquiera una nota de despedida. He tenido suerte: el dinero y la gente amable me han permitido llegar hasta aquí -hizo una pausa-. En realidad... pensaba volver -de alguna manera, supe que quería decir a su granja, a mi lado, a todo lo que había dejado atrás-, pero no tuve valentía para ver qué es ahora mi antigua casa, para reencontrarme con mis recuerdos. Tenía miedo de que no te acordases de mí -me miró a los ojos, serio.
-¿Cómo podría haberme olvidado de ti, Jack? El día que nos despedimos lloré hasta caer rendida de sueño -le confesé con una sonrisa triste.
-Lo he sabido cuando te he visto -afirmó.
Quité mi sonrisa, y con una cara de dolor tan evidente que mi tío se dio cuenta, me acerqué a Jack. De pie, a su lado, lo hice levantarse y lo abracé. Unas lágrimas silenciosas me cayeron por las mejillas. Intenté hablar, pero todas las palabras se me enredaban.
-¿Por qué lloras? -me preguntó. Adiviné al instante por su tono que también él lloraba.
-Por todo: por el dolor de la noticia, la crudeza de tu historia -hice una brevísima pausa para hacer acopio de valor-. Por la alegría de tenerte de nuevo a mi lado.
-Yo también -dijo, con un hilo de voz.
De repente me di cuenta de que la música había cesado, también los bailes y la algarabía. Jack se separó de mí, se limpió las lágrimas y miró en derredor.
-¿Qué ocurre? -inquirió mi tío.
-N-no es nada -lo tranquilicé yo, enjugándome mis lágrimas-. Es que son demasiadas cosas.
-Salid fuera a refrescaros con el aire -nos ofreció la bella mujer que estaba con mi tío.
Salimos a la noche. El viento sopló, y eso nos relajó y tranquilizó. Jack me llevó hasta un lugar con hierba, aún dentro del hipódromo, donde nos sentamos y respiramos hondo.
-¿Qué llevas en el cuello? Lo he notado ya dos veces -me preguntó.
Me saqué el colgante de debajo de la camiseta. Era una cadena fina de la que pendía un anillo. Jack se sorprendió al verlo.
-Es... el anillo que te regalé -susurró.
Asentí, sin una palabra.
Me lo había dado el día antes de mudarse, para que no le olvidara, pero se me había quedado pequeño para llevarlo en un dedo. Una tontería de chiquillos pequeños que, sin embargo, para mí era importantísima.
Estiré las piernas para estar más a gusto, y Jack se tumbó, poniendo la cabeza en mi regazo. No dije nada. En menos de un día habíamos recuperado la complicidad y la confianza que compartimos. Simplemente disfruté del momento.
-Ese anillo era una promesa, ¿sabes? -me dijo-. La promesa de que volveríamos a encontrarnos. Por eso trabajo aquí, queda a pocas horas de la ciudad, y, desde que dejé a mis padres, tuve la certeza de que quería regresar. Tenía pensado buscarte... Darte una sorpresa por tu cumpleaños, aunque fuera con retraso. Yo sí sé que fue ayer.
Me reí. Jack dejó de observar las estrellas para mirarme a mí. Se puso a juguetear con el anillo, haciéndolo tintinear en su cadenita de plata. Era un anillo de madera oscura con finísimas betas más claras. Probablemente lo había hecho él mismo. Ya había regalado a mi madre en una ocasión una bonita figura tallada en roble.
-Ah, se me había olvidado -dijo de repente, incorporándose y soltando el anillo.
-¿Qué?
-Tu regalo de cumpleaños.
-Sorpréndeme -solía responder así.
Jack se sentó sobre sus rodillas; mis piernas, aún estiradas, entre las suyas, los dos cara a cara. Yo apoyé el peso del tronco en los brazos, echándome hacia atrás.
-¿Recuerdas aquella promesa que te hice una de las veces que dormimos juntos? -me preguntó.
Oh, cómo olvidarla. Otra de nuestras chiquilladas... esas que me encantan. Eso significaba... empecé a ponerme nerviosa.
-Sí -respondí, un poco azorada-. Recuerdo que susurrábamos bajo las mantas y reíamos.
Jack y yo habíamos dormido juntos muchas veces de pequeños. A ambos nos gustaba la cama de paja del desván de su granja. El perro dormía con nosotros, y Medianoche también, a partir del día que la encontráramos.
-Y tú te pusiste a hablar sobre el amor y todas esas cosas -recordó él.
Cuando era pequeña adoraba esas tonterías. No me gusta que me lo recuerden, me avergüenza.
-Y tú me prometiste... -me sonrojé antes de terminar.
-Que te daría tu primer beso -terminó él.
Sí, como me temía, era eso. Empezaron a temblarme los brazos, que de repente no aguantaban mi peso. Desvié el tema para calmarme.
-Aquí vuelve Jack Guardajuramentos -bromeé.
-Si me gané ese apodo es por algo -me siguió.
Jack tenía ese sobrenombre gracias a su padre, muy fan de la saga literaria Canción de Hielo y Fuego, que se lo había puesto en honor a Guardajuramentos, la espada de acero valyrio que Tywin Lannister había entregado a su hijo Jaime, y éste a Brienne, para que la Doncella de Tarth cumpliera el juramento que el Matarreyes había hecho a Catelyn Stark, y que había salido del mandoble de la Casa Stark, Hielo, junto con su gemela, que fue la espada de Joffrey (N/A: Ahora que os habéis tragado el spoiler sobre Hielo (que es completamente innecesario para explicar el apodo de Jack), os jodéis. Así aprendereis.). Jack, ya en su infancia, se había hecho famoso por cumplir siempre sus promesas, y, como a su padre le gustaba bromear, "pagar sus deudas". El nombre de la hermana de Jack, Alerie, también había salido de ahí. Yo sabía todo esto porque también soy una gran fan de la saga.
-Es mi regalo -me dijo.
Intenté hablar, pero Jack me besó antes de que pudiera replicar.
Me temblaban de nuevo los brazos, y me latía deprisa el corazón, pero no pude evitar, aun con todo eso, disfrutar del beso. Fue algo torpe, pero hermoso. Tuve la sensación de que él tampoco había besado nunca a nadie. Cuando me quedé sin aire y quise separarme de él, me di cuenta de que Jack también tenía el pulso acelerado. Separé mis labios de los suyos lentamente, intentando decirle que en realidad no quería hacerlo. Jack respiró hondo y me miró a los ojos. Le devolví la mirada. Aún tenía el sabor de sus labios en los míos. Se quitó de encima de mí, y se tumbó a mi izquierda sobre la hierba.
-Un regalo de cumpleaños precioso, Jack -le dije-. Pero, ¿cómo sabías que sería mi primer beso?
Él se encogió de hombros.
-Tenía que arriesgarme. Además, eras tímida de pequeña... algo me decía que seguirías siéndolo. Pensé que aún no tenías novio.
-Tú tampoco, por lo que veo.
-No.
Aquello me sentó bien. Cualquiera de mis amigos se habría sentido mal ante el comentario. Jack era diferente, un amigo en el que confiaba de verdad.
-Bueno, si me hubiese gustado alguna chica, tal vez. Pero... -se interrumpió.
Lo miré, esperando la continuación de la frase. Él se sonrojó y giró la cabeza hacia el otro lado. Qué adorable cuando se sonrojaba y ponía esa cara. Decidí que ya me lo contaría en otra ocasión.
Miramos las estrellas un rato más, mientras yo le contaba (a petición suya), como eran mi vida, mi instituto, mis amigos... Cuando consideré que era tarde, volvimos al salón. Mi tío se acercó a nosotros en cuanto me vio.
-¿Os encontráis ya mejor? -nos preguntó.
Nos miramos y sonreímos.
-Sí -asentimos a la vez.
-Os llevaré a vuestras casas -dijo mi tío.
Dejó al mando al que debía ser el subjefe, y nos llevó por más pasillos hacia las cocheras. El hipódromo me pareció grandísimo. Pronto estuvimos en su coche, Jack y yo en los asientos de detrás. Antes de darme cuenta, se me cerraban los ojos, y Jack se había dormido a mi lado.
-¿Qué tal está Jack? -susurró mi tío.
-Como todos los preadolescentes, tiíto. Confundido. Sintiendo tantas cosas que casi no puede con ellas.
-Por eso ha acudido a ti, Lanna -dijo mi tío con tono afable.
Me sorprendí. Miré a Jack, y me sobresalté, me estaba observando.
-Qué susto -le reproché.
-Lo siento -bostezó.
-Creía que estabas durmiendo.
-No del todo. Pero en seguida.
Le di un beso en la mejilla.
-Buenas noches, Jack -le susurré.
-Buenas noches, Lanna -me dijo.
Cerró los ojos y en seguida lo oí respirar más fuerte, señal inequívoca de que se había dormido. Yo me puse a reflexionar sobre las palabras de mi tío... Y, sin darme cuenta, también me dormí.
2.- The blue sky over us (El cielo azul sobre nosotros).
-Siempre has sido demasiado impulsivo -comenté, y le di un bocado al cupcake.
Me sonrió irónicamente.
-Eres adorable -dijo con su tono más sarcástico.
Le tiré un trozo del brownie que me quedaba, pero lo atrapó con la boca y se lo comió. Gruñí por lo bajo mientras él me miraba con aires de superioridad, masticando. Me giré en la silla para no verle a la cara.
-¿Cómo te ha ido desde que nos separamos? -me preguntó después de terminarse el brownie.
-Terminé la primaria y ahora estoy en secundaria -respondí sin mirarle. Tampoco había mucho más que decir-. No tengo historia que contar.
-¿Qué pasó con Medianoche?
Medianoche era la gata negra que encontramos abandonada en la calle a los cinco años, volviendo de una fiesta local, pasadas las doce de la madrugada. Lloramos, berreamos y pataleamos para quedárnosla, y acabó viviendo en la granja donde residían Jack y su familia.
-Se apareó con un gato callejero y tuvo cinco gatitos.
-¿Aún vive?
-No. Pero cuatro de sus descendientes sí.
-¿Dónde?
-En mi parcela familiar. Campan libres a sus anchas.
-¿Me llevarás a verlos? -me pidió, con los ojos brillantes.
Sonreí sin darme cuenta. Jack aún tenía la habilidad de hacer que mis enfados y penas se esfumaran increíblemente rápido.
-No lo sé -me hice de rogar.
-Porfaaaaaa -me pidió, juguetón.
-Vale -acepté. Sonrió-. Ahora cuéntame tú cómo has llegado hasta aquí -se le borró la sonrisa de la cara.
Jack se había mudado a Londres cuando tenía seis años. Su familia pasaba por un mal momento económico, tuvieron que vender los animales para sobrevivir, y después la granja. Cuando el abuelo paterno de Jack ofreció a sus padres un trabajo en Inglaterra, no les quedó más remedio que aceptar y mudarse. El día en que me despedí de él, lloré hasta quedarme exhausta, con Medianoche en brazos. Me quedé dormida hecha un ovillo, abrazada a la gata, que no hizo por separarse de mí.
Jack suspiró, y comenzó.
-No hay mucho que contar: llegué a Londres, tuve que acostumbrarme a mi nueva casa, a mi nuevo colegio... Me costó hacer amigos, porque al principio me negaba una y otra vez a aceptar mi nueva vida, pero al final di con buena gente. Todo normal hasta que murió mi hermana.
Abrí los ojos como platos, conmocionada. Me giré otra vez en la silla para mirarlo de frente.
-Ja-Jack... Es broma, ¿no?
-No -le había cambiado la cara: ahora estaba serio, sombrío-. Mi hermana había estado desafiando a una banda callejera que amenazó a una amiga suya por un lío del que no sé mucho. Alerie les insultó, se pasó de la raya, y ellos... la mataron -desvió la mirada-. Discutí con mis padres, porque les había estado avisando de lo que podría pasar, pero no la detuvieron, y cuando nos enteramos, ellos no quisieron denunciar a la policía por miedo a las represalias. Y yo no pude más, exploté: les dije que los odiaba, que los detestaba por ser tan cobardes, por haber dejado que su hija muriera. Les grité cosas horribles, furioso, airado, fuera de mí. Pero no me arrepiento de lo que les dije, sigo pensando lo mismo.
Yo estaba casi en shock.
-Alerie... -no sabía qué decir, cómo expresarme-. Jack, tú la querías muchísimo... No... -no encontraba palabras para hablar-. No me extraña que reaccionaras de esa manera.
Jack volvió a suspirar.
-Cogí todo el dinero de los ahorros de mis padres y me fui una noche sin siquiera una nota de despedida. He tenido suerte: el dinero y la gente amable me han permitido llegar hasta aquí -hizo una pausa-. En realidad... pensaba volver -de alguna manera, supe que quería decir a su granja, a mi lado, a todo lo que había dejado atrás-, pero no tuve valentía para ver qué es ahora mi antigua casa, para reencontrarme con mis recuerdos. Tenía miedo de que no te acordases de mí -me miró a los ojos, serio.
-¿Cómo podría haberme olvidado de ti, Jack? El día que nos despedimos lloré hasta caer rendida de sueño -le confesé con una sonrisa triste.
-Lo he sabido cuando te he visto -afirmó.
Quité mi sonrisa, y con una cara de dolor tan evidente que mi tío se dio cuenta, me acerqué a Jack. De pie, a su lado, lo hice levantarse y lo abracé. Unas lágrimas silenciosas me cayeron por las mejillas. Intenté hablar, pero todas las palabras se me enredaban.
-¿Por qué lloras? -me preguntó. Adiviné al instante por su tono que también él lloraba.
-Por todo: por el dolor de la noticia, la crudeza de tu historia -hice una brevísima pausa para hacer acopio de valor-. Por la alegría de tenerte de nuevo a mi lado.
-Yo también -dijo, con un hilo de voz.
De repente me di cuenta de que la música había cesado, también los bailes y la algarabía. Jack se separó de mí, se limpió las lágrimas y miró en derredor.
-¿Qué ocurre? -inquirió mi tío.
-N-no es nada -lo tranquilicé yo, enjugándome mis lágrimas-. Es que son demasiadas cosas.
-Salid fuera a refrescaros con el aire -nos ofreció la bella mujer que estaba con mi tío.
Salimos a la noche. El viento sopló, y eso nos relajó y tranquilizó. Jack me llevó hasta un lugar con hierba, aún dentro del hipódromo, donde nos sentamos y respiramos hondo.
-¿Qué llevas en el cuello? Lo he notado ya dos veces -me preguntó.
Me saqué el colgante de debajo de la camiseta. Era una cadena fina de la que pendía un anillo. Jack se sorprendió al verlo.
-Es... el anillo que te regalé -susurró.
Asentí, sin una palabra.
Me lo había dado el día antes de mudarse, para que no le olvidara, pero se me había quedado pequeño para llevarlo en un dedo. Una tontería de chiquillos pequeños que, sin embargo, para mí era importantísima.
Estiré las piernas para estar más a gusto, y Jack se tumbó, poniendo la cabeza en mi regazo. No dije nada. En menos de un día habíamos recuperado la complicidad y la confianza que compartimos. Simplemente disfruté del momento.
-Ese anillo era una promesa, ¿sabes? -me dijo-. La promesa de que volveríamos a encontrarnos. Por eso trabajo aquí, queda a pocas horas de la ciudad, y, desde que dejé a mis padres, tuve la certeza de que quería regresar. Tenía pensado buscarte... Darte una sorpresa por tu cumpleaños, aunque fuera con retraso. Yo sí sé que fue ayer.
Me reí. Jack dejó de observar las estrellas para mirarme a mí. Se puso a juguetear con el anillo, haciéndolo tintinear en su cadenita de plata. Era un anillo de madera oscura con finísimas betas más claras. Probablemente lo había hecho él mismo. Ya había regalado a mi madre en una ocasión una bonita figura tallada en roble.
-Ah, se me había olvidado -dijo de repente, incorporándose y soltando el anillo.
-¿Qué?
-Tu regalo de cumpleaños.
-Sorpréndeme -solía responder así.
Jack se sentó sobre sus rodillas; mis piernas, aún estiradas, entre las suyas, los dos cara a cara. Yo apoyé el peso del tronco en los brazos, echándome hacia atrás.
-¿Recuerdas aquella promesa que te hice una de las veces que dormimos juntos? -me preguntó.
Oh, cómo olvidarla. Otra de nuestras chiquilladas... esas que me encantan. Eso significaba... empecé a ponerme nerviosa.
-Sí -respondí, un poco azorada-. Recuerdo que susurrábamos bajo las mantas y reíamos.
Jack y yo habíamos dormido juntos muchas veces de pequeños. A ambos nos gustaba la cama de paja del desván de su granja. El perro dormía con nosotros, y Medianoche también, a partir del día que la encontráramos.
-Y tú te pusiste a hablar sobre el amor y todas esas cosas -recordó él.
Cuando era pequeña adoraba esas tonterías. No me gusta que me lo recuerden, me avergüenza.
-Y tú me prometiste... -me sonrojé antes de terminar.
-Que te daría tu primer beso -terminó él.
Sí, como me temía, era eso. Empezaron a temblarme los brazos, que de repente no aguantaban mi peso. Desvié el tema para calmarme.
-Aquí vuelve Jack Guardajuramentos -bromeé.
-Si me gané ese apodo es por algo -me siguió.
Jack tenía ese sobrenombre gracias a su padre, muy fan de la saga literaria Canción de Hielo y Fuego, que se lo había puesto en honor a Guardajuramentos, la espada de acero valyrio que Tywin Lannister había entregado a su hijo Jaime, y éste a Brienne, para que la Doncella de Tarth cumpliera el juramento que el Matarreyes había hecho a Catelyn Stark, y que había salido del mandoble de la Casa Stark, Hielo, junto con su gemela, que fue la espada de Joffrey (N/A: Ahora que os habéis tragado el spoiler sobre Hielo (que es completamente innecesario para explicar el apodo de Jack), os jodéis. Así aprendereis.). Jack, ya en su infancia, se había hecho famoso por cumplir siempre sus promesas, y, como a su padre le gustaba bromear, "pagar sus deudas". El nombre de la hermana de Jack, Alerie, también había salido de ahí. Yo sabía todo esto porque también soy una gran fan de la saga.
-Es mi regalo -me dijo.
Intenté hablar, pero Jack me besó antes de que pudiera replicar.
Me temblaban de nuevo los brazos, y me latía deprisa el corazón, pero no pude evitar, aun con todo eso, disfrutar del beso. Fue algo torpe, pero hermoso. Tuve la sensación de que él tampoco había besado nunca a nadie. Cuando me quedé sin aire y quise separarme de él, me di cuenta de que Jack también tenía el pulso acelerado. Separé mis labios de los suyos lentamente, intentando decirle que en realidad no quería hacerlo. Jack respiró hondo y me miró a los ojos. Le devolví la mirada. Aún tenía el sabor de sus labios en los míos. Se quitó de encima de mí, y se tumbó a mi izquierda sobre la hierba.
-Un regalo de cumpleaños precioso, Jack -le dije-. Pero, ¿cómo sabías que sería mi primer beso?
Él se encogió de hombros.
-Tenía que arriesgarme. Además, eras tímida de pequeña... algo me decía que seguirías siéndolo. Pensé que aún no tenías novio.
-Tú tampoco, por lo que veo.
-No.
Aquello me sentó bien. Cualquiera de mis amigos se habría sentido mal ante el comentario. Jack era diferente, un amigo en el que confiaba de verdad.
-Bueno, si me hubiese gustado alguna chica, tal vez. Pero... -se interrumpió.
Lo miré, esperando la continuación de la frase. Él se sonrojó y giró la cabeza hacia el otro lado. Qué adorable cuando se sonrojaba y ponía esa cara. Decidí que ya me lo contaría en otra ocasión.
Miramos las estrellas un rato más, mientras yo le contaba (a petición suya), como eran mi vida, mi instituto, mis amigos... Cuando consideré que era tarde, volvimos al salón. Mi tío se acercó a nosotros en cuanto me vio.
-¿Os encontráis ya mejor? -nos preguntó.
Nos miramos y sonreímos.
-Sí -asentimos a la vez.
-Os llevaré a vuestras casas -dijo mi tío.
Dejó al mando al que debía ser el subjefe, y nos llevó por más pasillos hacia las cocheras. El hipódromo me pareció grandísimo. Pronto estuvimos en su coche, Jack y yo en los asientos de detrás. Antes de darme cuenta, se me cerraban los ojos, y Jack se había dormido a mi lado.
-¿Qué tal está Jack? -susurró mi tío.
-Como todos los preadolescentes, tiíto. Confundido. Sintiendo tantas cosas que casi no puede con ellas.
-Por eso ha acudido a ti, Lanna -dijo mi tío con tono afable.
Me sorprendí. Miré a Jack, y me sobresalté, me estaba observando.
-Qué susto -le reproché.
-Lo siento -bostezó.
-Creía que estabas durmiendo.
-No del todo. Pero en seguida.
Le di un beso en la mejilla.
-Buenas noches, Jack -le susurré.
-Buenas noches, Lanna -me dijo.
Cerró los ojos y en seguida lo oí respirar más fuerte, señal inequívoca de que se había dormido. Yo me puse a reflexionar sobre las palabras de mi tío... Y, sin darme cuenta, también me dormí.
Ahora que os habéis tragado el otro spoiler de gratis, os jodéis, por leer el primero. Así aprendéis. Además, lo he hecho aposta. Y preparaos, porque en el siguiente ya toca sufrir.
(No firmo, me tengo que hacer otra, que ya me volví a cambiar el nombre xD)
OH MY GOODNESS. Me encanta T____T Porfa, escribe escribe escribe escribe escribe escribe escribe escribe <3<3<3 Dios me ha encantado... Tienes que sacar tu vena romántica más aún *------*
ResponderEliminarAbsolutamente adorable, sí señor.
Dios que triste la historia de Jack O.O Que cosas pasan... Espero ver que tal les va a esos dos ewe
ResponderEliminarASDDSAFGAGHAHAGHAJHAJKA *-------* Well, orden, que siempre me pongo a divagar y... Ejem, da igual.
ResponderEliminar¿Sabes que adoro la parte de Tormenta de Espadas que es el spoiler? Así, como comentario. Es que me encanta mucho *-*
Después, la historia de Jack O.O Madre mía, pobre chaval. El que haya pasado todo eso hace que me guste más, así de lógica soy yo.
AY, MIEDO ME DA EL SIGUIENTE CAPÍTULO DDD:
Y, sí, vuelvo a tener la relación amor-odio con ésta historia igual que con Winter por lo que ya expliqué xDDD Pero mola. Mucho. QUIERO SEGUIR LEYENDO Y VER QUÉ LECHES PASA.